domingo, 13 de marzo de 2011

7/3/2011



Revueltas populares e inteligencia


Chávez ha dicho que una revuelta popular contra su gobierno está descartada


Por Orlando Ochoa Terán


EEUU invierte anualmente .000 millones en los servicios de inteligencia. Los políticos no entienden cómo es posible que no hayan podido anticipar el torbellino del Medio Oriente que amenaza con arrastrar más gobiernos a su paso.

El presidente Chávez ha dicho que una revuelta popular contra su gobierno está descartada. Egipto no es Venezuela. Nada raro, los efluvios del poder convierten a algunos gobernantes en clarividentes. Cuando Raoul Cedras, el general haitiano que defenestró al presidente Jean-Beltran Aristide desafió las demandas de restituir en el poder al legítimo presidente les advirtió: “Haití no es Granada”. Poco tiempo después huía del país.

Ratko Mladic, el general serbio de Bosnia, amenazó a la Otan a través de la BBC: “Bosnia no es Haití”. No tardó mucho en buscar refugio para huir de los cargos por genocidio. Poco después Slobodan Milosevic, presidente de Serbia le aclaró a la Otan: “Serbia no es Bosnia”. Murió en prisión en La Haya enfrentando cargos por crímenes de guerra.

En diciembre de 2001, el jefe Talibán, Mullah Omar, le anunció al mundo que un ataque de EE UU a Afganistán marcaría “la destrucción de América”. El año siguiente, Saddam Hussein, en una declaración desde el Consejo del Comando Revolucionario le advierte a EE UU: “Irak no es Afganistán”, al tiempo que la TV mostraban a sus fedayines con AK-47 jurando “aniquilar” a los yanquis.

La onda expansiva
Por supuesto, todas estas son señales de irreprimible nerviosismo ante lo desconocido. Cuando el gobierno chino descubrió en Internet un mensaje que llamaba a una “revolución de los jazmines” lo bloqueó junto con las redes sociales. No es para menos. La onda expansiva ha alcanzado a Bahréin, Omán, Yemen e Irán. Ningún gobierno estaba preparado para enfrentar la combinación letal de jóvenes, Google, Facebook y Twitter. La inteligencia tampoco ha sabido como lidiar con los teléfonos inteligentes.

Los países industrializados fueron tomados por sorpresa y actualmente es un tema de caluroso debate en EE UU. Analistas de institutos de seguridad y defensa participan en la disputa. Dado el interés que ha despertado este fenómeno vamos a tratar de resumir las opiniones de algunos de estos expertos.

Jennifer Sims, directora de los estudios de inteligencia de la Escuela de Servicio Exterior de la Universidad Georgetown de Washington, sostiene que el hecho de que la inteligencia no haya anticipado el fenómeno se explica porque los cambios políticos del Medio Oriente se han fundamentado en las redes sociales, un factor inapropiadamente subestimado por la política exterior de EE UU.

Reuel Marc Gerecht, ex CIA y miembro de la Foundation for Defense Democracies dice que las burocracias de inteligencia sufren del “pensamiento de grupo” que define como “una enfermedad indetectable e inevitable que aflige a los analistas de inteligencia que quieren prosperar profesionalmente”. Estas burocracias no pueden soportar la intuición porque no la pueden cuantificar, no la pueden enseñar y aquellos que no la tienen se levantan indignados contra su uso.

Para Peter Bergen, director de los estudios de seguridad nacional de New American Foundation, el problema está en que las revoluciones son inherentemente impredecibles.

Celeste Ward Gventer, del Robert Strauss Center for International Security and Law de la Universidad de Texas en Austin, recordó que en 1920, un político tan perspicaz como Winston Churchill, aseveró: “¿Guerra con Japón?... No creo que haya el más mínimo chance en el resto de nuestra vida”. Agrega que la inteligencia de EE UU está sobre enfocada tratando de predecir algo específico como el ataque del 11 de septiembre y la consume la guerra de Irak y Afganistán.

Vicki Divoll, ex consejera del Comité de Inteligencia del Senado de EE UU y asesora del Consejo de la CIA, destaca que las agencias de inteligencias no recolectan, analizan y llevan a cabo operaciones encubiertas sólo porque les gusta. La inteligencia es un proceso que se inicia con una decisión política del Presidente. Los productos de inteligencia que el Presidente recibe son lo que las agencias de inteligencia compran y pagan”.

Richard K. Betts, profesor de estudios de Paz y Guerra y director del programa de International Security Policy de la Universidad de Columbia, aduce que uno de los problemas es la imposibilidad de saber exactamente cual es el evento que catalizará la cadena de eventos que provocará un cambio de gobierno, como el caso del joven buhonero tunecino que se prendió fuego porque le confiscaron su puesto de ventas.

El verdadero detonante de esta revuelta popular que amenaza con arrastrar más gobiernos a su paso.

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