martes, 25 de agosto de 2009

1688 y 1776.

Hugo J. Faría // 1688 y 1776

Llegó la hora de superar nuestros complejos y promover no sólo la democracia sino sus bases
A comienzos del siglo XIII regresa a Inglaterra Juan sin Tierra derrotado de Francia, convoca a los nobles, les pide recursos y éstos acceden si el rey firma la Carta Magna que consagra la protección de una serie de derechos naturales.

El rey ante la necesidad presupuestaria se vio obligado a firmarla en 1215. Esta firma detona una batalla entre el parlamento y la corona por el control de Inglaterra que duraría unos 600 años, donde el hilo conductor es la continua necesidad de recursos de la corona y su dependencia económica, inicialmente de los nobles y posteriormente también de propietarios y comerciantes.

Otro factor que influyó en el proceso fue el sistema judicial inglés basado en la costumbre y caracterizado por la jurisprudencia y jurados, elegidos de entre las propias comunidades al igual que los jueces. Ante la existencia de un rey poderoso y en una Inglaterra relativamente pacífica, los jueces se aliaron con los propietarios y ello contribuyó a un fuerte desarrollo del derecho de propiedad privada.

Elizabeth fue la última reina de la dinastía Tudor. Los Tudor fueron reemplazados por los Estuardo, quienes fueron vistos por el parlamento con mucha suspicacia por sus tendencias absolutistas. Carlos I trata de restablecer las prerrogativas feudales y vender derechos de monopolio. El parlamento se opone, se desata una guerra civil y Carlos I muere decapitado en 1649 y lo suceden Carlos II y Jacobo II, quien en el 1688 pierde el trono principalmente por razones religiosas.

El parlamento identificó su catolicismo con absolutismo y decidieron traer a Guillermo de Orange y María, ambos protestantes, quienes aceptaron que su mandato como reyes no es de origen Divino sino que procede del parlamento, la ley es el rey (Lex, Rex). De modo que inicialmente el parlamento era el siervo de la corona, después su igual y finalmente su amo. Imperio de la ley La Revolución Gloriosa de 1688 es un evento de inmensa significación para la humanidad porque con ella el rey se somete al imperio de la ley, fundamento de toda democracia.

Si somos iguales ante los ojos de la ley, esto tiene implicaciones económicas de grandes proporciones porque promueve el intercambio y los contratos entre desiguales desde el punto de vista económico. Si le sumamos la protección de la propiedad privada garantizada por las cortes inglesas no es de extrañar el surgimiento del capitalismo.

El gran regalo de Inglaterra al mundo es el Estado de Derecho, la democracia parlamentaria, y la intensificación del capitalismo representado en la Revolución Industrial cuyo elemento distintivo es la reducción de las tasas de fertilidad al poco tiempo de su aparición, contribuyendo a la elevación del ingreso por habitante y a la superación de ingresos de subsistencia.

La Revolución Gloriosa sirvió para gestar la Revolución Americana de 1776 que nos legó dos grandes documentos: la Declaración de la Independencia y la Constitución Americana, nutridos por la intelectualidad y experiencia inglesa, y escrita por un grupo de cristianos protestantes como fueron Jefferson, Madison, Adams y Hamilton.

Estos dos documentos han sido la piedra angular de la democracia y economía más exitosa en la historia de la humanidad, permitiendo la corrección de incongruencias iniciales. Países latinos En los países latinos estudiamos y admiramos más los acontecimientos del 14 de Julio de 1789, a pesar que de la Revolución Francesa no surgió la democracia ni la revolución industrial. La corrupción de los jueces, nombrados por el rey, era de tal magnitud que Robespierre afirmaba que la palabra jurisprudencia debe ser borrada de la lengua.

La ausencia de jurisprudencia en los países de origen legal civil francés les ha restado adaptabilidad con serias consecuencias económicas. Creo que los países latinos, en su mayoría católicos, deben redescubrir sus raíces que han sido mejor aprovechadas por los hermanos protestantes. Por ejemplo, el juramento de lealtad de los aragoneses al rey en el siglo XIV rezaba: "Nosotros que somos tan buenos como Usted, le juramos a Usted, que no es mejor que nosotros, aceptarlo como nuestro rey y señor soberano, siempre y cuando Usted respete todas nuestras libertades y leyes; pero si no lo hace, no lo aceptaremos".

La mayoría de los economistas suelen considerar a Adam Smith como el padre de la economía. Sin embargo, los maestros de la Escuela de Salamanca, un grupo de sacerdotes Dominicos, Franciscanos y Jesuitas se adelantaron más de 200 años a Smith, quien es un salmantino algo trasnochado.

Las ideas de John Locke, que tanto influyeron en la lucha contra los Estuardo sobre la división del poder y el origen del Estado, fueron anticipadas por los maestros salmantinos quienes construyeron su filosofía moral sobre la base metafísica y teológica de Santo Tomás de Aquino. Los eventos de 1688 y de 1776 son logros de la civilización judeo cristiana. Ha llegado la hora de superar nuestros complejos y promover no sólo la democracia sino sus bases, el Estado de Derecho y el capitalismo. hjf1750@gmail.com

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