lunes, 28 de febrero de 2011

Efecto dominó y daños colaterales .

Sábado, 26 de Febrero de 2011.

Orlando Ochoa Terán.

La caída de los regímenes de Túnez y Egipto en dramática sucesión y sus efectos en Bahréin y Libia, así como en otras regiones ha actualizado la controvertida teoría del dominó que se originó en los albores de la guerra fría.

El efecto dominó, entendido como un fenómeno social que ocurre en un país y provoca una reacción en cadena en otros, surgió en la década de los 50 y era parte consustancial de la Doctrina de la Contención formulada por el presidente Truman en 1947 para detener el avance comunista en Europa Occidental.

El primer intento de impedir esta expansión consistió en la ayuda financiera a Grecia y Turquía para evitar que cayera bajo la influencia de la Unión Soviética. La derrota del gobierno de la República Nacionalista de China en 1949 por rebeldes comunistas causó nuevos temores del efecto dominó que se acrecentaron con la división de las dos Coreas en 1953 y la derrota de los franceses por el ejército nacionalista de Viet Minh en lo que entonces era conocido como la Indochina Francesa.

Bajo la premisa de que este ejemplo y el apoyo material de China harían que Burma, Tailandia, Malaya e Indonesia cayeran bajo la égida comunista, el gobierno de EE UU se involucró en la guerra de Vietnam con resultados catastróficos. Tan equivocados estaban los americanos con la extrapolación del efecto dominó en Asia como lo estuvo el Ché Guevara en su Mensaje a la Tricontinental donde clamaba por “dos, tres Vietnam, muchos Vietnams” a través del mundo para hacer retroceder al capitalismo.

Nixon se propuso desestabilizar el gobierno de Salvador Allende bajo el temor del efecto dominó en Sur América. Con la misma justificación el gobierno del presidente Ronald Reagan intervino en Centro América y Grenada. En la invasión a Irak en marzo de 2003 siempre estuvo subyacente la idea de que una vez establecida una democracia tendría un efecto expansivo en otros regímenes del Medio Oriente.

Fidel Castro, en su tiempo, se enamoró de la idea de que su revolución podía exportarse y provocar un efecto dominó. Venezuela fue la primera y es la última víctima de este delirio que hoy el presidente Chávez remeda. Con mucha razón el internacionalista Fred Halliday, autor de Revolution and World Politics, decía que “el mundo de la ideología y la retórica, y el mundo real, nunca han coincidido”.

Dominó en el trópico
Estos ejemplos demuestran, como decíamos en nuestra anterior entrega, que las sociedades no son sistemas lineales integrada por componentes repetitivos, identificables en sus relaciones causa-efecto y susceptibles de manipulación como quisieron los soviéticos, chinos, cubanos y EE UU. Los analistas están contestes que el detonante de este fenómeno social que se inició en Túnez y contagió a la región fue el vendedor tunecino de 26 años, Mohamed Bouazizi, que se prendió fuego el pasado 17 de diciembre.

Las súbitas rebeliones de Túnez, Egipto, Bahréin, Libia y en menor escala en Irán, Argelia, Marruecos y China hacen pensar que efectivamente existe un efecto dominó que lo provoca causas indeterminadas pero que en ningún caso responden a la manipulación ideológica de otros países. No hay gobierno que esté a salvo de esta onda expansiva cuando las condiciones están dadas.

El fenómeno es tan complejo que ni el gobierno bolivariano ha podido responsabilizar al imperialismo por ser precisamente EE UU unos de los que tiene mucho que perder en esta inestable e impredecible situación. Sin contar el daño colateral a la economía mundial debido al impacto en los precios del petróleo.

Lo que llama la atención es que en Túnez y Egipto o cualquiera que sea el desenlace en Bahréin, Libia o cualquier otro país, la rebeliones generalmente la integran entre cien mil y doscientos mil activos y perseverantes manifestantes, en su mayoría jóvenes, que han decidido por millones de ciudadanos que votaban en elecciones amañadas pero estaban conscientes de la imposibilidad de una salida pacífica.

El régimen bolivariano ya ha recibido su cuota. El hecho de que el ministro de Relaciones Exteriores de la Gran Bretaña, William Hague, en esos momentos de agitación, cuando el mundo entero estaba pendiente del desenlace en Libia haya propagado la especie, más tarde desmentida, de que el dictador Gadafi se refugiaba en Venezuela, no fue precisamente una buena publicidad.

Que el dictador Gadafi sea el que ha acudido a aviones de combate para masacrar civiles; el mismo que fue comparado con Simón Bolívar; y de quien recibió el presidente Chávez un premio como defensor de los derechos humanos, no es propiamente un efecto dominó, es una ironía del destino.

No hay comentarios:

Publicar un comentario