domingo, 8 de mayo de 2011

2/5/2011

Elecciones, ‘outsider’ y polarización

A menos que, en aras de un superior objetivo, el no-oficialismo considere a un “outsider” con un perfil como el de Lorenzo Mendoza


Por Orlando Ochoa Terán

En política la polarización se describe como la concentración de fuerzas de opinión en torno a dos posiciones encontradas. Como en física, la polaridad es una propiedad que ejerce efectos físicos diferentes en un cuerpo o en un sistema.

En los años previos a la Segunda Guerra Mundial Alemania se polarizó entre dos tendencias: la extrema izquierda y la extrema derecha. La derecha se impuso porque fue más audaz, más pugnaz y se unió detrás de un liderazgo único e indiscutible.

Un Chile polarizado en 1970 eligió un líder marxista. Pasaron 17 años y una nueva polarización rescató la democracia con el apoyo de sectores de las fuerzas armadas. Las polarizaciones son excelentes oportunidades si existe la capacidad darwiniana para la adaptación, el proceso clave de la sobrevivencia.

La polarización política no significa equilibrio de fuerzas. Como en física, la polaridad es una propiedad o característica que ejerce efectos físicos diferentes en un cuerpo o en un sistema. Las polarizaciones políticas con fuerzas cualitativas y cuantitativas equilibradas sólo existen en sistemas democráticos desarrollados en virtud de que el equilibrio de esas variables están garantizadas por reglas claras, procedimientos transparentes y árbitros imparciales.

En sistemas autocráticos la polarización electoral se parece más a los conflictos militares donde no existen reglas y se resuelve a favor de una de las partes con variables cualitativamente superiores, independientemente de quien tenga la mayoría de efectivos. Liderazgo, moral, refuerzos, logística, tecnología y mucho, mucho dinero son variables que con frecuencia hacen irrelevante la mayoría en estas confrontaciones. “El músculo de un conflicto es infinito dinero” decía Cicerón.

El outsider
En las polarizaciones en las cuales una parte tiene una ventaja numérica pero carece de otras variables, la solución que ofrece la moderna doctrina militar es que esa mayoría debe ser “overwhelming”, es decir arrolladora.

Integrada como está la MUD en más de una docena de partidos políticos subdivididos en tendencias, con una docena de precandidatos presidenciales y un precario impacto en los estudios de opinión, es muy probable que el candidato ganador de las primarias sea seleccionado con un 20% de un número de votantes que representarían, en el mejor de los casos, un 10% del universo electoral.

En condiciones parecidas la élite política y militar de Francia de 1940, con mayor número de tropas y mejor apresto operacional pero dividida, no sólo debió sufrir una derrota, sino la humillación del régimen de Vichy.

A menos que, en aras de un superior objetivo, el no-oficialismo considere a un “outsider” con un perfil como el de Lorenzo Mendoza, como lo hemos sugerido antes, que compense las otras variables que ahora concurren a favor del oficialismo y de las cuales carece el no-oficialismo, la “mayoría” que los seduce sólo servirá para legitimar el “triunfo” de la minoría.

El espejismo
En casi todos los foros internacionales donde se analiza la forma de ayudar a la oposición venezolana el lugar común es ¿quién representa a la oposición? Parafraseando a Kissinger, cuando se refería a la división de la Comunidad Europea, si alguien quisiera hablar con Mr. Opositor ¿a quien llamaría?

La polarización que divide al país con un margen a favor del no-oficialismo y que estimula las ambiciones de líderes partidistas, es un espejismo. Sin otras variables a favor de este esquema que sólo podría ofrecerla un “outsider”, el oficialismo tiene todas las de ganar.

Dirigentes opositores deberían reconocer que la diabólica dinámica bolivariana de estos últimos 12 años les ha hecho mucho daño, además del que se han auto-infligido. Ninguno ha demostrado poder de convocatoria más allá de simpatizantes partidistas. Amplios sectores del no-oficialismo no han sido motivados por estas precandidaturas. No obstante la MUD tiene la estructura para promover una opción fresca, fuera de su círculo, objetivamente unitaria y que despierte al universo opositor de su letargo. Una alternativa genuina, no sólo que no se parezca a Chávez, sino que sea la antítesis de sus defectos y virtudes. Si la sensatez prevaleciera, no habría necesidad de acudir a primarias. ¿Es posible esto en Venezuela?

Ningunos de los dirigentes que han asomado sus candidaturas está en capacidad de trascender una década de divisiones, reveses, diferencias, rivalidades, desconfianza, complicidades y derrotas, justas o injustamente percibidas.

Si persisten en este curso, terminarán como una caricatura de la élite política francesa del 40, jugando a la política en el corral de un Vichy tropical.

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