domingo, 8 de mayo de 2011

La carta de Andrés
Asdrúbal Aguiar


Miércoles, 4 de mayo de 2011


El drama de 1998 es la anomia como la miopía de las
direcciones partidistas. No observan que sus maquinarias derivan en
franquicias... Se cuecen en sus salsas



Juan Carlos Zapata escribe un mensaje a la oposición que hago propio, a pesar de sus errores al reconstruir la historia de 1998. Los partidos pierden su pulso y se sobreestiman entonces. No reconocen el panorama nacional y se muestran incapaces de atar al país por debajo.

La descripción de Zapata falla por la fuente que lo domina. Ella carece de autoridad y pierde la confianza presidencial desde antes de los sucesos. Tanto que, concluido el quinquenio desaparece. Nunca más mira a los ojos de Rafael Caldera, quien le sostiene sin sostenerlo sólo por el recuerdo de los tiempos de sequía.

En una carta que tiene talante histórico Andrés Caldera hace precisiones fundamentales al escrito de Zapata. Éste y aquélla son de obligada lectura. El escrito es un aldabonazo a la conciencia. La carta de Andrés redescubre su devoción por la verdad política y la transparencia, en un país en el que se cruzan las mentiras y toman aposento las infamias. Somos hijos de una República que viaja a la modernidad - hoy perdida - sobre el tren de la traición y el vilipendio: la célebre patada histórica.

Venezuela, para el presidente Caldera, representa su primer deber. Las motivaciones personales, aún legítimas, le resultan secundarias. Toma la dolorosa decisión de separar del Gobierno a su hijo Andrés, sabiendo que es víctima de una conjura. Pero el país es más importante. Quienes se asumen perseguidos dentro de la crisis que transita entre 1989 y 1996 encuentran en Andrés el vehículo para un ajuste de cuentas con su padre, por cuentas de otros, directos responsables de defenestrar a Carlos Andrés Pérez y del derrumbe del sistema financiero, por falta de supervisión.

De Andrés nada digo. Él lo dice todo apelando al verbo de Betancourt: “la tos y el dinero” son imposibles de ocultar. Añado, sí, en tributo de la verdad, que lleva una vida austera antes y después, e incluso la reclama de sus colegas de Gabinete.

Me toca sucederlo, como lo cuenta. El Contralor de la República, Eduardo Roche Lander, de pocas migas con el Gobierno, revisa con seriedad sus actuaciones y cuentas y las declara solventes. Pero el apelativo que le endilgan a Andrés lo asume en su autoría – se lo sugiere un columnista – el propio CAP, quien lo lleva a titulares como parte de su confrontación con Caldera padre.

Andrés Caldera es el autor del Programa Caracas Te Quiero, que apoyo como gobernador, que luego asume como modelo de participación social el Banco Interamericano de Desarrollo, y que intenta mal copiar, años después, el Plan Bolívar 2000. Pretende, a propósito, mostrarle a los políticos el camino para que se reencuentren con Venezuela, pero no lo escuchan.

Lo que importa, en todo caso, son los datos y los yerros que no deben repetirse.

El presidente Caldera – es su obligación - sigue con interés el proceso electoral y los movimientos de los partidos. Sabe del carácter inédito de los comicios en puertas. El sistema ha llegado a su término antes, con Jaime Lusinchi. No declina con la senectud del presidente más que octogenario, como lo afirma Zapata. Pérez, Caldera, y el mismo Chávez, hacen parte de una transición que no se cierra. Sus gobiernos son paradigmas del tiempo antipartidos.

El drama de 1998 es la anomia como la miopía de las direcciones partidistas. No observan que sus maquinarias derivan en franquicias. Creen sus líderes que aún pueden hacer y montar presidentes a su antojo, sin mirarse en las experiencias del mismo Pérez y Caldera. Y el consenso que se alcanza alrededor de Enrique Salas Römer muere al nacer. Llega tarde, falto de autenticidad.

Muchos venezolanos ilustres – quienes nombra Zapata – se imaginan, a sí, aspirantes. Se cuecen en sus salsas. Caldera no se compromete con ninguno de ellos, y hasta le exige a Convergencia alejarse de la contienda.

Sabe que es el puente sobre un vacío histórico y su gobierno un rompecabezas. No hay instituciones capaces de sostener la estabilidad, que reposa sobre sus espaldas y diestra mano. No hay dinero, dada la quiebra de los bancos y la caída de los precios del petróleo. Los votos permanecen lejos del partidarismo. Las Fuerzas Armadas medran divididas, entre quienes participan en el golpe y vuelven a ellas por decisión del mismo Pérez y quienes son leales a la democracia. AD y Alfaro Ucero le ayudan a gobernar, pero no aseguran la gobernabilidad.

Los ministros comprometidos electoralmente renuncian y Caldera asume como árbitro último e imparcial. Ha de asegurar, sobre tan compleja circunstancia, una transición en paz. Entre tanto la embajada norteamericana, la banca y los medios, apuestan sus cartas a la victoria del ex golpista, mientras no pocos militares rechazan su aspiración. Soy testigo de excepción. Ejerzo, en el año crucial, el ministerio de relaciones interiores. Los detalles quedan para otra ocasión.


ENTRE LÍNEAS

En mi escritura sobre el siglo XX (De la revolución restauradora a la revolución bolivariana, El Universal, UCAB, 2009), hago la crónica del epílogo: “Al principio de la jornada electoral el país reclama otra vez el Mito de El Dorado, que juzga merecer. De allí que nada mejor que la apuesta electoral a una reina de belleza, joven, mujer y exitosa alcaldesa, desvinculada del pasado. Irene Sáez, desde el principio y a un año y medio de los comicios, ocupa el espacio indiscutido como favorita en las encuestas, siguiéndole para la fecha y en orden distante la nueva aspiración de Claudio Fermín. Las encuestas sitúan en tercer orden a Teodoro Petkoff y a Hugo Chávez Frías”.

“AD le cierra las posibilidades a una candidatura fresca venida del entorno regional o municipal, donde mejor se ve el país en su circunstancia y que tiene como emblema al alcalde caraqueño Antonio Ledezma. Luis Alfaro Ucero, llamado el Caudillo, militante de la vieja guardia y experto en el manejo de los hilos del poder, impone su candidatura –se dice que por obra de un consenso para evitar que los conflictos internos debiliten aun mas a su partido – creyendo que el respaldo que le ha dado a la estabilidad democrática le basta para aspirar y ganar, bajo las reglas del pasado”.

“En una movida táctica que luego se revela errónea, fuerza Alfaro la separación y el adelanto de las elecciones parlamentarias y regionales, intentando blindar con ellas un ejercito renovado de diputados y gobernadores que militen a su favor y le sirvan de puente de oro para la justa presidencial…El ex presidente Carlos Andrés Pérez abandona la cárcel al resultar electo senador por su estado n natal, el Táchira, apoyado por el novel movimiento Apertura que construye una vez como lo expulsan de Ad.

“Copei abandona a Irene Sáez, sometiéndola a una situación de conflictividad que horada su candidatura triunfante. AD, al no ver posicionado a su candidato, decide destituirlo en medio de una conspiración que fragua la vieja guardia y acompaña Lewis Pérez, delfín del candidato. Vacío el espacio, con su discurso de truenos y centellas, …prometiendo Chávez, por lo mismo, freír las cabezas de los responsables de la desventura nacional, este logra colarse y ascender desde el foso en el que se encuentra como aspirante presidencial.


correoaustral@gmail.com

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