domingo, 1 de mayo de 2011

miércoles 27 de abril del 2011

Gabriela Calderón de Burgos
gabriela.calderon@cato.org | @gabricalderon

Vendemos nuestra libertad

La semana pasada estuve en la reunión regional de la Mont Pelerin Society en Buenos Aires. Fundada en 1947 por 36 académicos convocados por Friedrich von Hayek, esta sociedad tiene el propósito de discutir el futuro del liberalismo. El tema de la reunión era ‘El reto populista a la libertad en América Latina’. Un estudio presentado ahí explica mucho de lo que está pasando en nuestro país y en la región. Por ejemplo, ¿por qué, durante 2003-2009, Argentina y Venezuela han crecido a tasas saludables (promedio de 7,4% y 5,7%, respectivamente) si supuestamente tienen políticas públicas desastrosas? ¿Por qué han venido creciendo igual o más que Chile y Uruguay (4% y 5,14%, respectivamente) si estos supuestamente tienen las políticas públicas deseables?

Manuel Hinds, exministro de Finanzas de El Salvador, explicó que el crecimiento saludable de América Latina durante los últimos años se debe, en gran medida, a la bonanza de los productos primarios o commodities. Hinds señala que esto ha sucedido a lo largo de la historia de Latinoamérica. Durante la Revolución Industrial vendió productos primarios a los países europeos que se estaban industrializando. Hoy está vendiendo productos primarios a los países que se están integrando al nuevo mundo globalizado, China e India.

Uno podría concluir, de los datos del primer párrafo, que las políticas populistas también pueden rendir buenos resultados o que en realidad no importan las políticas públicas que uno tenga siempre y cuando haya buenas condiciones externas. El problema con esto es que luego empezamos a creer que la “buena suerte” durará indefinidamente.

Pero la historia reciente de Latinoamérica muestra que el colapso económico llega, tarde o temprano. Hinds compara el periodo de la bonanza actual con aquel de los setenta y advierte que la región podría experimentar en el futuro un estancamiento, como el de la década perdida de los ochenta. Él explica que la bonanza de los commodities, tanto en los setenta como en los 2000, se debe en gran medida a la política monetaria expansiva de la Reserva Federal (Fed) de Estados Unidos. En cambio, la caída de los precios de los commodities durante los ochenta, se debió a una política monetaria restrictiva de la Fed.

Son dos las conclusiones de tremenda relevancia para el futuro de Latinoamérica. Primero, que bajo los dos escenarios posibles (la economía estadounidense no se recupera decisivamente o sí se recupera decisivamente) se espera que la Fed suba las tasas de interés, el precio de los productos primarios colapse y los capitales invertidos a corto plazo en América Latina regresen a Estados Unidos “generando grandes salidas de capital en la región, devaluaciones, crisis, etcétera”.

Segundo, que los latinoamericanos parecemos “vender nuestra libertad” a cambio de comodidad material. Parecemos sacrificar nuestra libertad (económica y política), respaldando líderes populistas con escaso respeto a los límites a su mandato, cuando los precios de los commodities están altos. Luego cuando llega el colapso, y los ajustes se vuelven inevitables, parecemos recuperar un aprecio por la libertad. He ahí la verdadera crisis: la de principios. En nuestra región no prevalece una adhesión incondicional a la libertad y a los derechos individuales, y ese sería el mejor antídoto al populismo y al autoritarismo y la mejor receta para la prosperidad a largo plazo.

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