domingo, 29 de mayo de 2011

26 de mayo de 2011

Perú: El consenso humalista en un país “sin ideologías”


...por Carlos Atocsa


Carlos Atocsa es Jefe del área jurídica del Instituto Pacífico y miembro de Acrata. Obtuvo su título de Derecho en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos y fue editor de la revista Ortodoxia Liberal.


Sin principios políticos, sin teoría, sin ideales o filosofía, no hay dirección, no hay una meta, no hay una brújula, no hay visión de futuro, no hay ningún elemento para ejercer el liderazgo intelectual.
Ayn Rand 1

Apenas se conocieron los resultados de la primera vuelta electoral, el partido de Ollanta Humala emprendió la conquista de ese casi 70% del electorado que no apostó por la opción estatista y autoritaria que representaba abiertamente Gana Perú antes del 10 de abril.

Consiguió primero (con poco esfuerzo) la captación de políticos y técnicos de otras organizaciones que, con afilado oportunismo, vieron en la candidatura fascista de Ollanta la llave para el poder que no pudieron conseguir en sus partidos de origen.

Se sumaron también numerosos intelectuales, artistas y otros pintorescos personajes que comulgan con ideas socialistas, y que se ubican, cómodamente, en aquellas posiciones que pueden ser consideradas “políticamente correctas”, persuadidos (algunos con pocos escrúpulos) de que ha llegado la hora de la izquierda con este ex militar golpista.2

Pero un insólito apoyo llegó desde Madrid y Washington, el de los liberales Mario Vargas Llosa y su hijo Álvaro, convirtiendo al movimiento de Humala en un temible frente de comunistas, fascistas, populistas, etnocaceristas (?), peruposibilistas (?), chavistas, liberales (?), etc. Lo más parecido a un Babel político.

Se ha intentado justificar y santificar a esta amorfa alianza de zamarros, oportunistas, desmemoriados e ingenuos con la siempre infalible y socorrida apelación al consenso.3 Hay que concertar, se dice ahora. “Es lo que el pueblo nos ha demandado”, sostiene el candidato fascista, muy seguro de conocer lo que pensamos y anhelamos los millones de individuos que no votamos por él.

Sin embargo, el consenso en política, más aún en una coyuntura electoral como esta, solo puede terminar en un cambalache de favores, en un toma y daca, en un fraude, en una traición o en algún acuerdo expreso o tácito para usar la fuerza de la ley contra víctimas legalmente desarmadas.4 Por el consenso, decía Ayn Rand, la verdad se sustituye por la estadística, los principios por el recuento de votos, los derechos por las cifras y la moral por las encuestas.5

¿Se puede concertar sobre el respeto a la Constitución? ¿Se puede negociar sobre los contenidos de la prensa y sobre una nueva distribución de las licencias de los medios de comunicación? ¿Es posible llegar a un consenso sobre la confiscación de los ahorros y aportes de los afiliados a las AFP? ¿Se puede conciliar entre principios tan opuestos como los que defienden una economía de mercado y una economía estatista o “nacional” de mercado?

Los humalistas (y neohumalistas) creen que sí. Por eso han presentado hasta tres “concertadas” propuestas de gobierno (eufemísticamente llamadas “aclaraciones”, “compromisos”, “hojas de ruta”) y hasta han llegado al ridículo de jurar ante Dios (al menos eso parecía) en señal de que creen en el mercado y en el orden constitucional. Para hacer más creíble esta evidente farsa, estos seguidores de Chávez invocan a la “unidad nacional” para lograr consensos oportunistas.

Pero si queremos transar o concertar con ellos, primero tendríamos que dejar de lado nuestros principios y nuestras ideas. ¿Será por eso que Humala pretende que nos olvidemos de las ideologías porque eso es lo que más sobra en el Perú?6

Para el demagogo le será más sencillo negociar con nuestras libertades si previamente hacemos renuncia de nuestros principios e ideas. Porque sostenerse en las ideas presupone la comprensión de los hechos, de la realidad, de los principios y una visión de largo plazo,7 todo lo cual es precisamente aquello que está tratando de evitar desesperadamente el aspirante a dictador.

Estamos convencidos de que no puede haber ningún tipo de consenso o acuerdo con un proyecto político dictatorial y estatista como el que propone realmente Humala. Aceptar esa transacción solo nos conducirá al suicidio como sociedad libre. Menos aún podemos someternos a ese consenso a gran escala que es el que pretende en el balotaje del 5 de junio, cuando aspira a que millones de peruanos, “sin principios ni ideologías”, elijamos su dictadura.

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