viernes, 29 de julio de 2011

18/7/2011

Meritocracia y socialismo

Por Orlando Ochoa Terán

“La educación universitaria venezolana resulta elitista puesto que los procesos de selección normalmente privilegian a aquellos estudiantes que tienen mejor preparación y puntuación académica”. Vicealmirante Franklin Zeltzer, Rector de la Universidad Nacional Experimental de la Fuerza Armada Bolivariana.

A riesgo de incurrir en una simplificación se podría decir que la política educativa tiene como objetivo fundamental conciliar dos ideales en conflicto, la igualdad de oportunidades y la calidad de la educación. Nadie discute el deber del Estado de educar a todos por igual en los niveles de primaria y secundaria. No obstante en países industrializados en los niveles secundarios comienza una selección por méritos y aptitud como condiciones para el ingreso a universidades de prestigio.

El precursor de la selección por méritos es el sicólogo francés Alfred Binet, quien fue el primero que publicara una prueba estandarizada de inteligencia que denominó "intelligence quotient" o IQ. Sin embargo, el vocablo “meritocracia” fue acuñado por el sociólogo británico, Michael Young, en 1958 en su libro, “The Rise of the Meritocracy 1870-2033”. Pero fue en EEUU donde prendió la idea. En la década de los 40, los rectores de Harvard, James Bryant Conant, de Yale, Clark Kerr y el de la Universidad de California Kingman Brewster Jr., fueron los primeros en advertir que en EEUU las universidades estaban nutriendo una élite hereditaria que negaba los principios democráticos y de igualdad de la Constitución.

Para corregir esta situación propusieron una nueva y compleja jerarquía destinada a seleccionar los mejores cerebros de todas las clases sociales mediante complejas pruebas de habilidades cognitivas y de inteligencia en el marco de una política de estricta admisión en las más calificadas universidades. En la búsqueda de esta utopía EEUU incrementó entre 1900 y 1990, 15 veces el acceso a la universidad de los diferentes estratos sociales. En 1900 sólo un 3% de los jóvenes de 23 años habían obtenido un grado universitario. En 1990 superó el 30%.

Fue la más grande apertura educacional en la historia, independientemente de la raza, color, credo, sexo o estatus financiero, así lo confirman los profesores de Harvard, Richard Herrnstein y Charles Murray, en uno de los estudios más profundos y de mayor alcance realizado sobre inteligencia y la estructura de clases titulado, The Bell Curve - Intelligence and Class Structure in American Life.

Méritos y socialismo
Este esfuerzo colocó a EE UU a la cabeza del más avanzado conocimiento tecnológico y científico que país alguno haya logrado en la historia de la educación. La experiencia americana no fue suficiente para convencer a los europeos. A partir de las protestas de París-Mayo de 1968, especialmente los gobiernos socialistas, concibieron la idea de que todas las universidades debían relajar las pruebas de admisión. El resultado fue catastrófico.

Peter Hommelfoff, rector la Universidad Heidelberg de Alemania, aludiendo a la declinación educativa, destacó que mucha gente llegó a pensar que “élite” era una mala palabra. En Alemania, ninguno de sus centros de educación e investigación figura actualmente en la lista de las primeras 50 universidades del mundo. La lista la dominan las universidades de EE UU. De Europa sólo están las británicas Oxford y Cambridge. La calidad de la educación europea decayó en la medida que las aulas eran desbordadas por estudiantes que recibían clases de pié.

De las 28 universidades con investigadores ganadores del Nobel, 16 son de EE UU. En un siglo la Unión Soviética acumuló el mismo número de premios Nobel que obtuvo Europa en sólo diez años, antes de “popularizar” las universidades. En la última década, de todos los países que comprendían la ex Unión Soviética y la Europa Oriental socialista, sólo dos rusos compartieron el Nobel de Física con dos científicos estadounidenses y un británico.

Michael Young, el británico que acuñó el vocablo “meritocracia”, murió hace unos años decepcionado. Al contrario de lo que el término ha significado para el resto del mundo, su libro satirizaba el hecho de que una élite progresara basada en el talento y la habilidad cognitiva bajo un sistema llamado “meritocracia” que se iniciaría en 1958 pero que sería derribado en 2023 por una revuelta popular.

Lamentablemente Young murió sin saber que la revuelta de ficción contra la pérfida “meritocracia” tuvo lugar en Venezuela en la vida real. Una revolución “humanista y bolivariana”, erradicó la absurda idea de favorecer “a aquellos estudiantes que tienen mejor preparación y puntuación académica”. Así lo proclamó uno de los pensadores socialistas de esta era, el almirante bolivariano, Franklin Zeltzer.

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